martes, 11 de enero de 2011

Era una noche de enero, la luna era lo suficientemente brillante como para verla a 10.000 kilómetros de distancia. Andaba tranquila por las calles que siempre solía transitar, fijándome en cada uno de los últimos detalles que éstas tenían. De repente algo vino a mi mente, un recuerdo, un aroma, un olor, quizá un sabor..
Todo eso fue lo que me recordó que estabas ahí, que no te habías ido, siempre podría contar contigo para cualquier cosa, pero te acabarías yendo..
Tienen razón en eso de que no todo dura para siempre, pero aunque me cueste reconocerlo, me gustaría que muchas cosas durasen para siempre.